lunes, 24 de abril de 2017

1 marzo...

Hoy fue un día diferente. Llegaron al Hospital los residentes de nuevo ingreso. Todavía recuerdo el primer ingreso que elaboré como residente del primer año de Medicina Interna. En aquella primera guardia como residente, por causas misteriosas, me tocó ser el residente debutante que presentó el caso clínico a la mañana siguiente. Se trataba de un joven de 32 años con diagnóstico de VIH/SIDA y Tuberculosis en tratamiento, y que había sido referido al hospital por función renal deteriorada, después de revisarlo con extrema minuciosidad y ya entrada la noche me dirigí al llamado “salón de la justicia”, lugar donde el ingreso y comentario serían leídos a la mañana siguiente con una acuciosidad y detalle que una falta conceptual sería reprimida. Con ayuda de mi r2 discutimos las observaciones clínicas, las propuestas diagnósticas y/o terapéuticas, y revisé unos cuantos artículos al respecto para sustentar lo plasmado. Recuerdo que dentro de las posibilidades consideramos desde hipoperfusión renal por pérdidas gastrointestinales de volumen, nefropatía asociada a VIH caracterizada por colapso glomerular y afección tubulointersticial; hasta las menos frecuentes como nefrotoxicidad por fármacos ya que en su tratamiento se incluía un antiviral llamado Tenofovir, medicamento desarrollado por un prominente químico checo y un virólogo belga, que bloquea la acción de una enzima fundamental para que el virus del VIH pueda copiarse, y que puede ocasionar daño renal. Fue toda una experiencia. 

De eso hace ya un año, un año en esta rama de la medicina de la que ignoro un poco menos que de otras. Sin olvidar las palabras del médico clínico Sir William Osler: “el que estudia medicina sin libros navega en un mar desconocido, pero el que estudia medicina sin pacientes no va a navegar en lo absoluto”; que describe magistralmente el principio de la atención médica. Y que he tratado de imprimir en el pase de visita hospitalario. Actividad que siempre he disfrutado. Y en la que además de exponer los mecanismos y las alteraciones del padecimiento del enfermo, siempre trato de compartir parte del conocimiento de los seres humanos. No basta con dominar el contenido de los libros de medicina. Es necesario ir más allá y desarrollar una gran curiosidad por conocer al hombre, por ahondar en lo posible en su grandeza y en sus flaquezas. La satisfacción de esa curiosidad, aunque no se alcance plenamente nunca, es la mejor expresión del humanismo. 

Hoy fue un día diferente, todavía recuerdo la primer visita matutina con el médico revisor de sector, con un residente de mayor jerarquía, con mi compañera de grado, los médicos internos y los estudiantes de medicina o “externos”. Después de presentar al paciente, describir los hallazgos clínicos de importancia, la principal sospecha clínica era de una meningitis probablemente bacteriana. Ante la pregunta de si el paciente tenia papiledema, y después de una breve pausa y una mirada fugaz a mi compañera y el interno que estuvieron de guardia, la respuesta fue no. Después de la discusión del diagnóstico diferencial e indicar una punción lumbar, seguimos con el siguiente enfermo. Seguramente por la mente de cada uno pasó lo siguiente: 

Revisor -“..tenemos que terminar rápido la visita, al rato tengo junta con el comité académico. Si no tuviéramos a los residentes no sé como funcionaría el hospital…” 
R2 -“…tengo la sensación de que el r1 no está seguro de la presencia o no de papiledema, probablemente sea por falta de experiencia. Voy a revisar personalmente el fondo de ojo del enfermo después de la visita para descartar hipertensión intracraneana. Si le hacemos la punción lumbar y se complica, se me hará responsable…” 
R1 -“… el R2 me está mirando con sospecha, ¿pero cómo le digo que estuvo pesada la guardia y no revisé el fondo de ojo del paciente antes de la visita? Afortunadamente la historia clínica del interno dice que el fondo de ojo es normal. Al rato lo revisó…” 
Interno -“…después de la visita le voy a pedir al R1 que revise el fondo de ojo conmigo, cuando ingresó a las tres de la mañana intenté hacerlo, pero sinceramente no logré ver, ¡qué difícil es ver el fondo de ojo en un paciente febril e irritable que se mueve mucho, nunca logré ver algo!...” 
Externo -“…ya quiero ser residente, mínimo interno, ya estoy cansado de tantas clases y de que todo mundo me pregunte cosas, lo que quiero es ver enfermos. ¿Cómo se verá el papiledema en realidad?, solo lo he visto en la diapo que nos pasaron en clase…”; 
Enfermo - “… ¡Cómo me duele la cabeza!, ojalá terminen pronto de hablar y hagan algo para quitarme el dolor. ¿Quién me hará ese procedimiento? Ojalá sea el especialista no sea que me toque un practicante. ¿Quién será el doctor de más edad que se puso dar tantas órdenes?, ojalá se presentara conmigo y me explicara que tengo y que me va a hacer…” 

Al día siguiente, nuevamente en el pase de visita informamos que la punción lumbar reportó meningitis bacteriana y ya tiene antibiótico. La evolución fue apropiada, la fiebre y cefalea disminuyeron. Por la mente de cada uno seguramente pasó lo siguiente: 
Revisor -“..tenemos que terminar rápido la visita, tengo que ir con el Jefe de Departamento, ¿ahora qué querrá? Este R2 es muy confiable, me puedo ir tranquilo sabiendo que tiene la situación bajo control…” 
R2 -“…qué bueno que no hubo complicaciones, estuve tentado de pedir una TAC pero después de constatar que el fondo de ojo es normal no era necesaria. Que bueno que el R1 ya sabe reconocer la ausencia de papiledema…” 
R1 -“… pfff, que bueno que revisé el fondo de ojo, no me vuelve a pasar…” Interno -“…ayer ya no hubo tiempo, voy a buscar el momento para decirle al R1 que me enseñe a ver el fondo de ojo, ojalá tenga tiempo…” 
Externo -“…ayer aproveché y revisé el fondo de ojo del paciente, su papila se veía normal. Creo que tendré que seguir con el autoaprendizaje que es la norma en este hospital-escuela, pero cuando yo esté de ese lado voy a dedicar mucho tiempo a los alumnos…”; 
Enfermo -“…ya me siento mejor, estos doctores sí saben. El que me picó tiene muy buena mano, se nota que es especialista. Me sigo preguntando quién será el doctor que pasa rápido dando órdenes, aunque ya me di cuenta que los que realmente hacen el trabajo y curan a los enfermos son los otros doctores más jóvenes que parece que viven en el hospital…” 

Hoy fue un día diferente, ha pasado un año, he aprendido mucho, pero de la conversación con los pacientes he obtenido enseñanzas vitales que invitan a la reflexión sobre nuestra propia actuación, y que me han enriquecido. Me falta mucho por aprender, me falta mucho por mejorar, pero en palabras de Sir William Osler: “… este día puede ser para vosotros, como lo fue para mí hace treinta y cinco años […] el comienzo de una vida feliz en una vocación feliz.(1903)”. 

Bienvenidos.


Eduardo Rey Torres Cisneros


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