sábado, 10 de diciembre de 2011

2012...

Una de las obsesiones de la civilización occidental ha sido ese persistente temor a la destrucción del universo o, por lo menos, del mundo en que vivimos. Existe hoy un sector de la opinión pública al cual estas propuestas resultan fascinantes sin importar la inexistencia de evidencias de que ese apocalíptico evento en verdad ocurra.


Ya es de todos conocido que circula una nueva leyenda en torno a la inminencia del fin de los tiempos que beneficia a varios profetas del desastre, justo como ocurrió en 1999, con los temores del llamado "Problema informático del año 2000" (Y2K, error del milenio, etc; justo al que se hace referencia en la portada del Time que ilustra el inicio de este post), el cual incluía un hipotético caos global al inicio del año 2000, causado por una imperfecta datación en los calendarios de las computadoras.

Esta vez se asevera que el final, o sea el Armageddon, ocurrirá en diciembre de 2012. Esto implica otorgarle un carácter cabalístico y trascendente a algo tan arbitrario como es el calendario gregoriano, y tan imperfecto como es el recuento de años transcurridos desde el inicio de la era común o cristiana, el cual tiene un error de al menos cuatro años en su inicio, ya que se sabe bien que Herodes el Grande, protagonista fundamental de lo ocurrido al nacer Cristo, murió en el año 4 aC.

A los anglosajones les agrada denominar al fin del mundo con el vocablo Armageddon, en recuerdo de una batalla bíblica histórica. Sin embargo, Armageddon es un término bíblico que sólo aparece en una ocasión en los más de 7,000 versículos de la Biblia (en el libro del Apocalipsis, capítulo 16, versículo 16). Por ello es que se usa como sinónimo de apocalipsis, o desastre fatal y terrible. Con él se alude, en varias religiones y culturas, al fin del mundo o al fin del tiempo mediante múltiples catástrofes.

Pero la situación se complica con la inclusión en esta trama de las llamadas Profecías de los mayas, las que según Adrian Gilbert –uno de los principales promotores internacionales de este actual rumor– señalan que el fin de los tiempos ocurrirá, ya sea el día 12 del mes de diciembre de 2012 (12/12/12) o bien el día 21.

Para hacer esta afirmación, el autor se basa en la idea de que la llamada cuenta larga del calendario usado por la civilización maya del antiguo imperio abarca un ciclo de 5125 años solares de trece ciclos, mismo que concluiría en el año 2012 de nuestra era, pero en ninguna inscripción maya se afirma que ello implique el fin catastrófico del mundo, sino sólo el fin de un ciclo y la reanudación de otro ciclo similar.


Quienes afirman que las profecías mayas tienen alguna vigencia no pueden demostrar la existencia de algún intento de este pueblo por profetizar eventos ubicados en un futuro tan lejano para ellos como sería este apocalípsis planetario. En cambio, los mayas se preocupaban, sobre todo, por evitar los cataclismos cósmicos inmediatos derivados de la terminación de sus siglos. Les interesaba también llevar una cuenta detallada de los años para poder ubicar las genealogías de sus monarcas, al igual que usar las cuentas de años con fines rituales, con los cuales cumplir los complicados requerimientos de sacrificios de sus cosmovisiones religiosas.

Como una de las civilizaciones más avanzadas de su época, los mayas se daban cuenta de que no funcionaba el pronosticar eventos naturales o históricos del mundo real y, desde luego, no lograron profetizar ni prever su propia e inminente decadencia, así como la caída de su imperio a partir del siglo XVIII de nuestra era. Mucho menos se puede identificar, en esas supuestas profecías mayas, un acontecimiento tan traumático y devastador como la conquista española, ocurrida a partir de 1521.

Por otro lado, en realidad no hay evidencia alguna que demuestre la posibilidad de destrucción de la Tierra en un plazo previsible. Lleva cerca de 5 mil millones de años de existencia sin incidentes graves. La vida en el planeta tiene unos 4 mil millones de años de antigüedad y sólo se ha visto relativamente amenazada por la caída de asteroides o el impacto periódico de cometas, que nunca han logrado acabar con el mundo natural. El Sol, por su parte, es mucho más estable y no es del tipo de estrellas que podrían estallar en una nova o una supernova.

Nada hay en este momento, en lo que se puede observar del sistema solar desde la Tierra, que implique una amenaza grave y tampoco existen condiciones geológicas o climáticas que permitan prever algún tipo de desastre global del día de hoy al año 2012, por lo que convendría no hacer caso a los negociantes del alarmismo cósmico...

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