Ahora que estamos en verano, más de uno se habrá dado ya sus baños de la temporada y habrá sufrido esa sensación al lanzarse a la piscina: si el agua está demasiado fría, nuestros pulmones se llenan de aire súbitamente y la zambullida parece cortarnos la respiración durante unos segundos.
¿Por qué se produce esto? El fenómeno se conoce como “reflejo de torso” o “reflejo de la bocanada” y es una reacción involuntaria de nuestro cuerpo que nos hace aspirar la mayor cantidad de oxígeno posible para mejorar nuestras opciones de supervivencia. A pesar de ser un reflejo universal, su nombre no es muy conocido y no hay demasiadas referencias sobre él. En pocas palabras se trata de un reflejo pulmonar “que se produce por el contacto de agua fría en la piel y que induce una hiperventilación involuntaria”.
Al buscar referencias, uno encuentra que el fenómeno es especialmente conocido entre los buceadores que se dedican a tareas de rescate en aguas heladas. Ocurre que este reflejo puede resultar peligroso ya que en ocasiones provoca que la persona trague agua de forma involuntaria y puede terminar en ahogamiento. Ese es el motivo por el que estos profesionales se lanzan al agua con la nariz y la boca tapados.
Pero no es el único reflejo que se pone en marcha cuando nuestro cuerpo entra en contacto con en el agua. Cuando sumergimos la cabeza se produce el denominado“reflejo de inmersión” que provoca varias reacciones automáticas y simultáneas en nuestro cuerpo: por un lado disminuye la frecuencia cardíaca y por otro se produce una “vasoconstricción periférica”, es decir, que el cuerpo redirige la sangre de las zonas externas hacia los órganos vitales.
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